Tras enviudar, Maxim de Winter viaja hasta Montecarlo para olvidar su pasado. Allí se casa con una mujer más joven que él. una mujer tímida, anónima y acomplejada. Tras la luna de miel, regresan a la mansión de campo de los Winter: Manderley. Todo es perfecto hasta que la memoria de la fallecida Rebecca hace mella en el matrimonio.
Rebecca era una mujer brillante en todos los aspectos, a la que todos parecen adorar, y que murió mientras guiaba su velero durante una tormenta.
La presencia obsesiva de su recuerdo en la vida que los rodea y en especial la arisca actitud de la siniestra y misteriosa ama de llaves Mrs. Danvers (antigua niñera de Rebecca), está a punto de destrozarles la relación y hasta la existencia.
Alfred Hitchcock haría la célebre adaptación a la gran pantalla, Rebeca (1940).
Alerta Spoiler El FINAL de "Rebeca"
Esta estupenda novela mantiene el suspense desde su inicio. Nunca sabremos el nombre de la protagonista en todo el relato pero sabemos que cuando comienza a contarnos la historia no está en Manderley.
Descubrimos primero que la tal Rebecca no era tan dulce como pensábamos, de hecho fue el mismo Maxim quien la mató. Luego parece que Maxim no va a poder salir indemne de su asesinato. En la vista del juicio se descubre que el barco ha sido hundido a propósito pero el veredicto es que Rebecca se suicidó.
Su primo Favell no está de acuerdo con el veredicto, intenta chantajearla pero Maxim no accede así que le acusa de asesinato. Descubren que Rebecca había ido a visitar a un ginecológo el día de su muerte y creemos que es porque estaba embarazada como le dijo a Maxim pero al final el médico les cuenta que Rebecca tenía un cáncer terminal. Esto da peso a la versión del suicidio y da al traste con las intenciones de Favell.
Al final Maxim y la sra. de Winter (seguimos sin saber su nombre) en principio liberados de la memoria de Rebecca vuelven a Manderley, Maxim no está tranquilo porque le han contado que Mrs. Danver ha desaparecido mistreiosamente. Al acercarse en el coche ven que Manderley está en llamas.
[…] Aceleró, apretando el pedal hasta el fondo. Coronamos la cuesta, y vimos a Lanyon a nuestros pies. A nuestra izquierda brillaba la cinta plateada del río, ensanchándose más y más según se acercaba a la ría de Kerrith. La carretera de Manderley se perdía a lo lejos. No había luna. Encima de nuestras cabezas el cielo estaba negro como la tinta. Pero hacia el horizonte aparecía iluminado por una viva luz roja, como salpicado de sangre. El viento sobre el mar venía lleno de cenizas…
FIN