Algo de que hablar

«Algo de qué hablar» (1995) es una de esas pelis que parecen ir en una dirección y después te sorprenden por lo humanas que se sienten. Julia Roberts interpreta a Grace, una mujer de familia tradicional sureña, con una vida cómoda, una hija hermosa y un marido, Eddie (Dennis Quaid), que parece ideal… hasta que un día, por pura casualidad, lo ve besándose con otra mujer. Y ahí se le desmorona todo.

Grace no reacciona como la típica señora de sociedad. Se lleva a su hija y se va a la casa de su hermana Emma Rae (Kyra Sedgwick), que es un personajeazo. Directa, sarcástica, y con cero paciencia para infieles: lo primero que hace cuando ve a Eddie es pegarle una patada en las pelotas. Literal. Ahí ya sabés que no estás en una historia convencional de reconciliación.

La peli se mete bastante en cómo Grace empieza a cuestionar todo: su matrimonio, su rol como madre, hija, esposa… incluso se da cuenta de que dejó su carrera de veterinaria para acomodarse a la vida que otros decidieron por ella. Lo interesante es que a medida que ella se libera, también empiezan a aflorar secretos familiares. El padre de Grace (Robert Duvall) también había engañado a su madre (Gena Rowlands), pero la familia hizo como que nada pasó. Como pasa en muchas familias “bien”.

No es una historia de buenos y malos. Eddie no es un villano de manual, y Grace tampoco es una heroína perfecta. Es más una peli sobre esos momentos de la vida en los que uno tiene que redibujar quién es y qué quiere. Algo parecido a lo que pasa en The Bridges of Madison County, donde también hay una mujer atrapada entre el deber y el deseo, aunque allá el tono es más melancólico y romántico.

Y sí, por si te lo estás preguntando: al final Grace y Eddie deciden intentarlo de nuevo, pero ya no desde el lugar de «te perdono y seguimos como antes», sino desde algo más honesto. Él reconoce que la traicionó porque ella estaba ausente emocionalmente, pero también porque no supo manejar sus propias frustraciones. Y ella admite que se dejó de lado, que dejó de ser ella misma para cumplir con lo que se esperaba de una “buena esposa sureña”.

En la última escena están en un concurso de equitación, la hija gana montando su caballo, y Grace y Eddie bailan juntos. No es un final explosivo ni dramático, pero es un cierre que se siente real: dos personas que deciden volver a elegirse, con todo lo que eso implica.

FIN