Alerta Spoiler El FINAL de "El imperio del sol"

  1. Aquí lo tienes amigo:

    En 1937 Japón le declaró la guerra a China (Segunda guerra sino-japonesa), antes de hacerlo también a Estados Unidos y el Reino Unido. En medio de esta situación bélica vive Jamie Graham, un niño británico de clase acomodada fascinado por los aviones y los pilotos japoneses. Jamie vive con sus padres una vida privilegiada ajeno a los desastres que suceden a pocos metros de su mansión situada en el asentamiento internacional de Shanghái. Se presenta como un niño rico y consentido.

    Un día acude con sus padres a una fiesta de disfraces para occidentales ricos. En el camino, el chófer chino de la familia se ve obligado a internarse en un suburbio de Shanghái, en donde Jamie, que vive en una especie de mundo británico aparte, observa la cruda realidad por primera vez en la película: marineros estadounidenses escogiendo prostitutas chinas, una agradable monja que le saluda y vendedores ambulantes. Además ve a un muchacho chino que le asusta gritándole «¡no papá, no mamá, no whisky soda!», justo antes de ser apaleado por un policía británico de los que guardan los coches. Más adelante los coches entran en masa con civiles chinos desesperados, que gritan y suplican entrar a la Concesión Internacional para salvarse de los soldados japoneses, ante el horror de los occidentales. Al fin llegan a la fiesta y, vagabundeando con su avión de juguete, Jamie encuentra un avión japonés derribado y cerca de él, un campo lleno de soldados japoneses atrincherados. Jamie queda totalmente sorprendido, igual que los soldados japoneses al verle, no siendo consciente del peligro inminente. Su padre y otro hombre británico le encuentran y le insisten en que salga de esa zona, aunque sin correr. Es el primer contacto real con lo que se está gestando.

    Tras el ataque japonés a Pearl Harbor en 1941, los japoneses empiezan la ocupación del asentamiento internacional de Shanghái y en el consiguiente caos para escapar de la ciudad y tomar el ferry de salida, Jamie pierde a sus padres entre las multitudes de gente asustada, durante el cual se desata un tiroteo entre los miembros de la Resistencia China (apostados en los tejados) y las fuerzas del Ejército Imperial Japonés, del cual Jamie logra escapar de milagro. Jamie, solo, vuelve a casa y allí está una temporada esperando que regresen sus padres y comiéndose las reservas de comida que quedan. Cansado de la soledad y de la falta de recursos, decide salir a rendirse al Ejército Imperial Japonés que ocupa Shanghái.

    Se podría decir que el mundo de Jamie cambia radicalmente a partir de la primera bomba. La comodidad de un hogar rico, los bizcochos, los agradables criados chinos, la opulencia, todo se viene abajo de repente. De hecho, se puede observar una escena en la que los ricos occidentales, que huyen despavoridos del hotel en el que estaban instalados, casi son aplastados por una enorme cantidad de maletas que alguien demasiado rico no quiso dejar atrás. En un cierto sentido parece como si a partir de ese momento, las riquezas no servirían de nada, sino la inteligencia.

    La sombra de David Lean planea sobre esa parte, en la que la contención y el manejo de masas —es una de las películas en las que se empleó el mayor número de extras— pueblan la mayor parte del relato. A partir de aquí la película tiene un toque más Spielberg.

    Hambriento, Jamie vaga por las calles intentando desesperadamente rendirse a los soldados japoneses, que le hacen caso omiso y se burlan de él. Le persigue un chico callejero (el que antes le gritó cuando iba a la fiesta) que al final le atrapa y le roba los zapatos y, por último, está a punto de ser atropellado por una camioneta conducida por Frank. Este le lleva junto a Basie (John Malkovich), un estafador estadounidense de oscuro pasado y dudosas intenciones que vive junto con Frank en un barco abandonado en un río. Los nuevos “amigos” de Jamie le ponen el mote de Jim e intentan venderle por sus dientes (muy bien cuidados) y al no conseguirlo quieren dejarle abandonado, pero él les convence de encontrar casas ricas vacías en el barrio donde vivía con sus padres y les guía hacía allí. Al llegar a la casa de Jamie, encuentran las luces encendidas, se ve una tenue figura a través de la ventana y se escucha tocar al piano una de las piezas favoritas de la madre de Jamie. El niño se precipita al interior de la casa creyendo que es su madre, pero lo que encuentra es un grupo de soldados japoneses que se estaban relajando en el interior de la casa y que salen afuera, donde golpean y atrapan a Basie y Frank cuando trataban de huir en su destartalada furgoneta.

    Todos son conducidos al Lunghua Civilian Assembly Center, en la misma Shanghái. Allí, la vida pende de un hilo, y Basie enseña a Jim cómo sobrevivir por todos los medios posibles mientras éste le cuida. Un tiempo más tarde llega una furgoneta con el objeto de llevarse internos al campo de prisioneros de Suzhou Creek (también en Shanghái, aunque algo más lejos), que está junto a un aeródromo militar japonés. Basie es elegido para ir al campo, pero Jim no, aunque al final consigue ir porque conoce el camino y puede guiar al conductor. Al llegar al campo, Jim es atraído por el rumor de hombres trabajando y se encuentra vagando entre los soldados del escuadrón de cazas Mitsubishi A6M Zero. Encuentra un reluciente avión e hipnotizado lo toca como en trance, cuando aparecen tres pilotos de combate, a los que Jim saluda y éstos le devuelven el saludo. Sólo un detalle del guion nos mantiene al niño conectado con su realidad pasada: el chocolate.

    En la parte descrita en el anterior párrafo, se observan detalles importantes: en Lunghua, se ve a un joven matrimonio de ricos británicos (que acabarán acogiendo a Jim en su barracón en Suzhou Creek); el esposo trae la comida, un pedazo de carne hervida, y ella le espeta «¡te has olvidado de los cubiertos!», pues aún no había asumido, al contrario que su marido, la nueva realidad: sus privilegios habían terminado absolutamente; asimismo, cuando llegan a Suzhou, tanto ella como otros ricos protestan porque los nipones les obligan a trabajar, siendo golpeados, en tanto que Basie y Jim, supervivientes inteligentes, se ponen a trabajar sin rechistar.

    Pasan los años. Es el inicio de 1945 y sólo faltan unos meses para que la guerra en el Pacífico termine. Jim se ha establecido en el campo realizando un trabajo extensivo de intercambio de cosas que incluso alcanza al oficial al mando, el sargento Nagata. El Dr. Rawlings, médico del campo, se convierte en una figura paternal y un profesor para él. La vida en el campo es una mezcla de terror, enfermedades y duras condiciones de vida. Una noche, un Boeing B-29 Superfortress es derribado y se estrella junto al campo, y Nagata, en represalia, ordena la destrucción de las ventanas de los barracones de los presos. Cuando unos japoneses, acompañados de Nagata, van a romper los cristales de la enfermería, el Dr. Rawlings intenta impedirlo, pero Nagata comienza a apalearle. Jim hace aparición en escena, y muestra su gran inteligencia: llama a Nagata, y le hace ver cómo le obedece rompiendo él mismo una ventana de la enfermería. Luego se arrodilla y le pide clemencia en fluido japonés. Esto logra terminar, al menos en parte, con la represalia. Otro día a través de la alambrada Jim observa a un joven japonés, que juega con un avión de juguete y desea ser un famoso piloto. También empieza a descubrir el sexo, sintiendo atracción por la mujer que le ha acogido en su barracón, aunque la joven en realidad está enferma y es despótica con el niño.

    Sigue siendo amigo de Basie, que ahora está bastante cómodamente instalado en los barracones de los prisioneros estadounidenses, y le visita frecuentemente. Jim idolatra a los estadounidenses, no solo por ser pilotos, sino también por la aureola de ser estadounidenses. Un día, Basie le encarga poner trampas para cazar pájaros fuera de la alambrada, prometiéndole un sitio en el pabellón estadounidense si lo consigue. En el fondo, Basie quiere saber si hay minas en la zona, pero no se lo dice al niño. Jim consigue poner las trampas con ayuda de su amigo japonés y es bienvenido en el pabellón estadounidense. Mientras, Basie planea la fuga.

    Durante una inspección sorpresa en el barracón estadounidense, Nagata descubre una pastilla de jabón suya que Jim le había robado para dársela a Basie. Este último recibe una severa paliza y, mientras está en la enfermería, los demás hombres del barracón le roban todas sus posesiones. Jim vuelve al barracón de los británicos.

    Un amanecer, Jim es testigo de un ritual kamikaze realizado por tres pilotos japoneses en la base aérea de al lado. Impulsado por la emoción de la ceremonia, empieza a cantar la canción galesa «Suo Gân». Cuando los japoneses comienzan a despegar, sobreviene un ataque a la base por un grupo de cazabombarderos North American P-51 Mustang. Abrumado por todo lo que está pasando, Jim sube a las ruinas de una pagoda cercana para ver mejor el ataque aéreo. El doctor va a buscarlo e intenta que baje para que no resulte herido, pero Jim no quiere bajar. Al final, muy nervioso, estalla en llanto y confiesa al doctor que no recuerda ya cómo era su madre. Como resultado del ataque, los japoneses deciden evacuar el campo y durante la confusión subsiguiente, Basie escapa, dejándose a Jim allí pese a que le prometió que le llevaría con él. La marcha de los prisioneros campo a través provoca muchas muertes por fatiga, hambre y enfermedades. La Sra. Victor muere y Jim cree que la luz que ve en el cielo es su alma ascendiendo, pero después sabrá que fue la luz provocada por la detonación y la radiación de la bomba atómica de Hiroshima (a muchos kilómetros de allí), y que la guerra está a punto de terminar.

    Al final, llegan a un estadio de fútbol cerca de Nantao, que ofrece un espectáculo surrealista de todo tipo de cosas confiscadas por los japoneses. Jim se escabulle de allí y vuelve a Soochow Creek. Allí, casi muerto de inanición, se reencuentra con su amigo japonés, que no puede desempeñar sus obligaciones como kamikaze porque su avión no funciona. El joven ofrece un mango a Jim y cuando va a cortarlo con su katana, reaparece Basie con un grupo de estadounidenses, saqueando los contenedores de víveres que envía la Cruz Roja. Uno de los estadounidenses, creyendo que Jim está en peligro, dispara y mata al joven japonés. Jim, furioso, golpea al asesino. Basie le aparta y le promete llevarle de vuelta a Shanghái con sus padres, pero Jim le rechaza y se queda allí. “Me enseñaste a que la gente es capaz de todo por una patata”, le dice Jim a Basie y esa frase es un punto de inflexión, pues para el niño ha desaparecido toda la aureola que rodeaba al personaje de Malkovich y le descubre como lo que es. Al final, Jim es encontrado por las tropas estadounidenses, ante las que se rinde y lo llevan a un orfanato en Shanghái.

    En la escena final, los padres de Jim no le reconocen inicialmente, pues está muy cambiado y endurecido por lo vivido. Después, su madre le reconoce y se abrazan. Aquí hay una preciosa enseñanza donde en el reencuentro, el niño observa con extrañeza el carmín de los labios, el pelo limpio de su madre y el perfecto traje, nada que ver con su recuerdo idealizado, pero a la vez ajeno a sus prioridades después de las penurias vividas. Jim cierra los ojos. Su maleta (con la que vivió todas sus experiencias en la guerra) aparece flotando en el río. Es el símbolo de la niñez y la inocencia perdidas que nunca volverán.

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