1967. En Buenos Aires aparece la novela de un escritor colombiano de cuarenta años. No queda hoy lengua literaria a la que no haya sido traducida. «Cien años de soledad» no sólo cautiva a los lectores de cualquier condición: su impulso poderoso ha levantado las letras castellanas de todo un continente. Desvelar la magia de su prosa, acotar las arenas movedizas de su particular quehacer literario son tareas tan imposibles como dañinas; sí agradecerá el lector, en cambio, la aclaración de ciertas alusiones, la comprobación de la densidad que subyace a un texto aparentemente diáfano. No nos engañemos: son millones las páginas que han engendrado las de la novela, pero ante ella al lector no le queda otra actitud que la misma lectura devoradora y deslumbrada del último de los Aurelianos.

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.»

Con estas palabras empieza la novela ya legendaria en los anales de la literatura universal, una de las aventuras literarias más fascinantes de nuestro siglo. Millones de ejemplares de Cien años de soledad leídos en todas las lenguas y el Premio Nobel deLiteratura coronando una obra que se había abierto paso «boca a boca» -como gusta decir al escritor- son la más palpable demostración de que la aventura fabulosa de la familia Buendía-Iguarán, con sus milagros, fantasías, obsesiones, tragedias, incestos, adulterios, rebeldías, descubrimientos y condenas, representaba al mismo tiempo el mito y la historia, la tragedia y el amor del mundo entero.

Pablo Neruda dijo…

«El Quijote de nuestro tiempo.»

Alerta Spoiler El FINAL de "Cien años de soledad"

[…] Fascinado por el hallazgo, Aureliano leyó en voz alta, sin saltos, las encíclicas cantadas que el propio Melquíades le hizo escuchar a Arcadio, y que eran en realidad las predicciones de su ejecución, y encontró anunciado el nacimiento de la mujer más bella del mundo que estaba subiendo al cielo en cuerpo y alma, y conoció el origen de dos gemelos póstumos que renunciaban a descifrar los pergaminos, no solo por incapacidad e inconstancia, sino porque sus tentativas eran prematuras. En este punto, impaciente por conocer su propio origen, Aureliano dio un salto. Entonces empezó el viento, tibio, incipiente, lleno de voces del pasado, de murmullos de geranios antiguos, de suspiros de desengaños anteriores a las nostalgias más tenaces. No lo advirtió porque en aquel momento estaba descubriendo los primeros indicios de su ser, en un abuelo concupiscente que se dejaba arrastrar por la frivolidad a través de un páramo alucinado, en busca de una mujer hermosa a quien no haría feliz. Aureliano lo reconoció, persiguió los caminos ocultos de su descendencia, y encontró el instante de su propia concepción entre los alacranes y las mariposas amarillas de un baño crepuscular, donde un menestral saciaba su lujuria con una mujer que se le entregaba por rebeldía. Estaba tan absorto, que no sintió tampoco la segunda arremetida del viento, cuya potencia ciclónica arrancó los quicios de las puertas y las ventanas, descuajó el techo de la galería oriental y desarraigó los cimientos. Solo entonces descubrió que Amaranta Úrsula no era su hermana, sino su tía, y que Francis Drake había asaltado Riohacha solamente para que ellos pudieran buscarse por los laberintos más intrincados de la sangre, hasta engendrar el animal mitológico que había de poner término a la estirpe. Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del huracán bíblico, cuando Aureliano saltó once páginas para no perder el tiempo en hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, profetizándose a sí mismos en el acto de descifrar la última página de los pergaminos, como si estuviera viendo en un espejo hablado. Entonces dio otro salto para anticiparse a las predicciones y averiguar la fecha y las circunstancias de su muerte. Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. – CIEN AÑOS DE SOLEDAD, Gabriel García Márquez Cien años de soledad - 0 - elfinalde

Cien años de soledad - 1 - elfinalde
Árbol genealógico Cien años de soledad – Infografía realizada por Martín Cristal
  1. Esta obra maestra recorre la vida de una familia en el inventado y mágico pueblo de Macondo. Es complicado seguir el árbol genealógico de los Buendía porque además le ponen los mismos nombres, Aureliano, Arcadio, Amaranta, Úrsula… Hubiese estado bien tener el que habéis publlicado aquí, está genial.

    El final de Cien años de soledad ocurre después de 100 años, una guerra civil, nacimientos, muertes, amores y amantes varios la última historia de los Buendia es la vivida con pasión por el bastardo Aureliano con su tía Amaranta Úrsula.

    Aureliano vivió marginado por la estricta Fernanda y se dedicó a estudiar los pergaminos de Melquíades, cuando llega Amaranta Úrsula con su marido se enamora de ella hasta que a espaldas del marido comienzan una apasionada relación. Macondo está en decadencia, ellos ajenos a todo viven de espaldas al mundo dejándose llevar sólo por su pasión. Amaranta Úrsula queda embarazada y en el parto fallece, el niño nace con una cola de cerdo como la primera Úrsula predijo de los niños engendrados entre familiares. Aureliano pierde el norte, olvida al bebé que muere comido por las hormigas, y descifra por fin los pergaminos de Melquíades, desordenados cronlógicamente, escritos en sánscrito. Cuentan toda la historia de la familia. Dice que el primero de la estirpe está amarrado a un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas. Todo lo profetizado por Melquíades se ha cumplido.

    Aureliano sabe que es su fin porque Melquíades termina diciendo que Macondo acabará arrasada y olvidada por el huracán en el momento en que él acabara de descifrar los pergaminos, que lo contado en ellos será irrepetible porque

    «las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.»

    FIN

    Este estupendo y emocionante final lo interpreto como una reflexión sobre el final de cualquier vida, morimos y nacemos solos, las historias son irrepetibles pero cíclicas. Yo es la segunda vez que me lo he leído y creo que no va a ser la última. Os invito a que os adentréis en este realismo mágico.

Cien años de soledad fue escrito por

Galería de imágenes

Ficha del libro Cien años de soledad