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Tras la muerte de su esposa, el escritor Monte Wildhorn, se ha vuelto un amargado que ha perdido la fe en el mundo y en sí mismo y sólo encuentra consuelo en el alcohol. Su sobrino, preocupado por él, le ha encontrado un lugar para pasar las vacaciones: la casa de veraneo de un músico amigo suyo: la única condición será que cuide del perro. En ese lugar conoce a Charlotte O’Neil, una atractiva divorciada que intenta empezar una nueva vida, y a sus tres hijas: Flora, de seis años, Finnegan, de diez y Willow, de quince. Su relación con ellas le recordará lo que solía decirle su esposa: “cuando una puerta se cierra en algún sitio, otra se abre en otro lugar”.
Monte Wildhorn, un escritor famoso pero más amargado que un limón, llega a una cabaña junto al lago para pasar el verano. Está en un bajón porque perdió a su esposa hace seis años y, entre botella y botella, ha dejado de escribir.
De mala gana, termina llevándose bien con sus vecinas: Charlotte, una mamá soltera muy guapa, y sus tres hijas. Willow, la mayor, vive pegada al celular; Finn, la del medio, no para de meterse en líos; y Flor, la pequeña, ve el mundo color de rosa.
Monte empieza a soltarse: da un discurso improvisado en un funeral, ayuda a Finn a aprender palabras nuevas, e incluso se inspira para escribir cuentos para las niñas. Charlotte, por su parte, saca a relucir su lado romántico, aunque Monte todavía está anclado en los recuerdos de su esposa.
Cuando Charlotte tiene que viajar a Nueva York, Monte cuida a las niñas, les cuenta historias de su vida y crea un vínculo especial con ellas. Poco después, se despide y regresa a su vida.
Pero no por mucho tiempo. Meses después, Monte vuelve triunfante a Belle Isle tras vender los derechos de sus libros para películas, y se compra la casa de al lado. Las O’Neil lo reciben felices, y Monte encuentra no solo inspiración, sino una nueva familia y motivo para sonreír.
FIN