Padre no hay más que uno

Póster de la película Padre no hay más que uno

Javier es lo que hemos bautizado como un “marido-cuñao”. Ese que sin ocuparse en absoluto de lo que supone el cuidado de la casa y de los niños, sabe perfectamente qué es lo que hay que hacer, y que continuamente regala a su mujer frases del tipo: “Es que no te organizas”, o “no te pongas nerviosa”, ya que considera que su desbordada mujer se ahoga en un vaso de agua. Javier tendrá que enfrentarse a la realidad que supone bregar con cinco hijos (de entre cuatro y doce años) cuando su mujer decide irse de viaje y dejarle solo con ellos. La caótica situación que se provoca en casa evolucionará de forma progresivamente cómica hasta el desastre más absoluto, pero a la vez les dará la oportunidad a padre e hijos de conocerse y disfrutarse por primera vez. Una experiencia que cambiará sus vidas para siempre.

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Así acabó Padre no hay más que uno

  1. Buena caricatura del patriarcardo ejpañó donde al final el padre reconoce que trabajar y cuidar de los niños es harto complicado pero posible. Ella vuelve antes de tiempo porque no puede evitar hacer de chacha y él es salvado por la campana por la asistenta-esclava que en realidad no tenía hijos propios ni familia. Él se forra con la app de «Conchi», una suerte de Siri para mamás estresadas con el whatsapp del cole.

    En una escena post-crédito ella es la que está trabajando y cuando él le dice con niña en brazos si se ha acordado del aniversario, obviamente ella no se acuerda y una vez más gana el macho ibérico.

    Como comedia vale, como mensaje muy pobre.

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